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Drath'hoi, el vagabundo del infierno

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Drath'hoi, el vagabundo del infierno Empty Drath'hoi, el vagabundo del infierno

Mensaje por Sasurai Lun Ago 24, 2009 5:43 pm

Este es un personaje que llevé durante algún tiempo en otro foro y que me gustaba mucho, así que lo he recuperado y modificado para seguir jugándolo aquí, en las interpretaciones libres. De paso puede que sirva de ejemplo, ya que es la primera ficha posteada (basada en el modelo, además).

Únicamente decir, a modo de anotaciones, que no hace falta tanto detalle (sobretodo en armas y habilidades xD), y que este personaje es un poco "bestia", así que para gente novata es poco recomendable hacer algo así (puede dar lugar a abusos, sobradas y discusiones, más de una vez lo he visto por desgracia >.<).

La historia no está localizada en ninguna parte en concreto, simplemente en un mundo de fantasía medieval "genérico".


Nombre real
: Drath’hoi
Apodo: Sasurai (vagabundo en japonés), Vagabundo, Caminante del Infierno.
Sexo: Masculino
Edad: Desconocida.
Raza: Humano semidemonio* (explicado más abajo)
Clase: Espadachín errante (mezcla de guerrero, cuentacuentos, malabarista, bardo, pícaro y pensador).

*Semidemonio: No se trata de un Tiflis ni nada del tipo de los semiinfernales de D&D, sino de un humano y un demonio conviviendo en un mismo cuerpo. Al nacer el niño, el alma de un gran demonio fue fundida con la suya, haciendo imposible la separación pero manteniendo dos conciencias y personalidades diferenciadas. Ver historia.

Apariencia: Este personaje tiene dos apariencias, una de humano y otra de demonio, aunque la segunda no creo que llegue a verse nunca, si ocurre ya la describiré.
(Humana): Su aspecto es el de un humano, aparentemente de alrededor de veinte años, de complexión delgada pero musculatura bien definida, piel pálida y rasgos de una belleza sobrenatural. Destacan sus ojos, rojos como la sangre, con reflejos anaranjados. Lleva el pelo largo, negro y liso. También llaman la atención sus manos, delicadas y más parecidas a las de un músico que a las de un espadachín.

Vestimenta: Suele llevar unos pantalones de tela negros, cruzados por cintas de cuero sujetas a hebillas, desde dónde acaban las botas hasta la cintura. En los pies unas botas también negras, de cuero duro con refuerzo metálico en suela, talón y puntera. En la parte superior lleva una camisa negra, holgada y casi siempre cerrada hasta el cuello, dónde lleva anudado un pañuelo granate. Bajo la camisa, oculta a la vista, lleva una cadena de un dedo de grueso pero de increíble dureza y flexibilidad, que se extiende enrollada por el brazo derecho, sobresaliendo un poco por la manga. Bajo esta lleva una camiseta fina de color gris, que evita que el metal se clave en su carne.
Sobre todo el conjunto suele llevar una gabardina marrón oscuro, ajada por el tiempo, abrochada hasta el cuello por diversas hebillas y correas de cuero negro.
Las únicas protecciones que pueden observarse son una especie de brazales metálicos superpuestos a la camisa (pero bajo la gabardina), que protegen la parte exterior del antebrazo y de la mano, al parecer diseñados para bloquear posibles ataques.
Puesto que la gabardina es larga y de mangas anchas, con el cuello bastante alto, cuanto se distingue normalmente es esta, junto a las botas, la parte baja de los pantalones y las protecciones de las manos sobresaliendo de las mangas.

Armamento e inventario/Mascotas:

Cadena demoníaca: Esta cadena, que ayuda al portador a controlar al demonio, prevaleciendo la personalidad y aspecto humano, tiene además la propiedad de alargarse hasta casi dos metros (desde la mano) a voluntad del usuario. El extraño material del que está hecha la hace prácticamente irrompible. En el extremo que sobresale por la mano derecha lleva un agarre que permite asirla a la espada.
Espada de la eterna Condenación: Espada maldita que jamás abandonará a su portador, permite al demonio con el que comparte cuerpo y alma hablar a través de ella. Además, puede canalizar sus poderes, por lo que sin llegar a transformarse el arma puede prenderse en llamas o variar sutilmente de forma o tamaño para adaptarse a las situaciones. Normalmente tiene el aspecto de una espada bastarda, bastante ancha, forjada en un extraño metal negro adornado de runas granates.
Main Gauche: Espada de acero, diseñada para servir más en la defensa que en el ataque. Su aspecto es similar al de un florete, pero más corto, con la empuñadura cubierta por un ornado guardamano.
Flauta de metal negro: Esta flauta, de metal negro tan liso y pulido que parece reflejar la luz, es sencillamente una flauta travesera de gran calidad.
Colgante de hueso: Se trata de un sencillo colgante sin ningún tipo de poder, un hueso animal sujeto a una correa de cuero, recuerdo, junto a la flauta, de Jaira.

Habilidades: Combate con dos armas, ambidiestro. Piruetas, malabares. Tocar (flauta travesera). Parada. Soltura y especialización en un arma (espada bastarda y cadena). Lengua infernal, conocimiento de leyendas. Conocimientos básicos de ocultismo y demonología.
Capacidades innatas: Inmunidad al fuego, visión infernal (permite distinguir entre seres normales e infernales o celestiales). Presencia imponente, presencia inquietante (la gente tenderá a respetarlo, pero también a desconfiar de él). Carisma sobrenatural (su parte no-humana le da una belleza y un “no se qué” extraordinario, a ojos de los mortales).
Habilidades demoníacas:
Afinidad con el fuego: De un modo natural, casi instintivo, el semidemonio es capaz de manipular las llamas, moviéndolas, dándoles forma e incluso creándolas a voluntad (la habilidad para crearlas o controlar grandes masas solo la desarrollaría a nivel alto, es decir, después de muchos posts o partidas).
Mutación demoníaca: El ser es capaz de transformar algunos de sus miembros en su apariencia demoníaca (a veces involuntariamente). Estos miembros generalmente serán más grandes y fuertes que los humanos, proporcionándole garras, pinchos y partes quitinosas que lo protejan. (En nivel bajo apenas nada, en nivel muy alto podría alcanzar la forma demoníaca por completo, transformándose por un rato en un gran demonio).
Rabia infernal: La criatura es capaz de pedir poder al demonio, aumentando durante un corto periodo de tiempo sus reflejos y demás capacidades físicas. Tras el uso de esta habilidad, deberá descansar o desfallecerá, quedando inconsciente.

Desventajas demoníacas:
Pérdida del control: En ocasiones tensas o demasiado peligrosas, especialmente si se ve despojado de la cadena y está haciendo un uso extremo de sus habilidades demoníacas, el humano podría perder el dominio sobre el ser infernal con el que comparte la existencia, quedando este libre. Cuando esto ocurre, el demonio será quien controle sus actos. Podría atacar indiscriminadamente a cuantos lo rodeen o destruir una aldea por simple placer, creando grandes problemas al humano, cuando recupere el control. Por esta razón, el semidemonio deberá tener cuidado con sus habilidades sobrenaturales.
(Aclaración: El uso “reflejo”, como crear una llama si está atado para liberarse, o la mutación involuntaria al enfadarse, como un alargamiento de los colmillos o un cambio en sus ojos, no provocan pérdida de control).
Persecución de los caídos: En ocasiones, un cazador de demonios, tanto de este lado (humano o similar) como del otro (un demonio que se dedica a cazar híbridos que vagan por el mundo, o a reclutarlos para las huestes del infierno) podría aparecer para perseguir al personaje. Estos cazadores pueden ir solos, en partidas de caza, o incluso dirigir un séquito numeroso o un ejército. [Esto es más que nada una herramienta para los masters de las aventuras en que participe (si lo hace en alguna xD), o para jugadores con ganas de liarla en un post libre]
Temperatura: La temperatura normal del personaje es de unos 37 grados centígrados, algo superior a la de los humanos. Además, cuando haga uso de poderes demoníacos esta puede aumentar por encima de los 45 ºC, y después de usar rabia infernal estará tan caliente que ni siquiera se le podrá tocar y el agua se evaporará al contacto.
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Drath'hoi, el vagabundo del infierno Empty Historia

Mensaje por Sasurai Lun Ago 24, 2009 5:46 pm

Pongo la historia en un post separado, que ocupaba mucho todo junto...

Historia:

Dada la vasta experiencia y larga vida de la criatura que nos ocupa, la historia se centra en momentos importantes, pudiendo resultar un poco inconexa en algunos puntos.

El nacimiento…
En el auge del poder de los magos oscuros, asociados con seres del abismo y poseedores de conocimientos demasiado vastos para ser nombrados, se decidió llevar a cabo el más cruel, pero también el más peligroso, de los experimentos. Tras convocar a un gran demonio desde los llameantes páramos de Phlegethos, Cuarto Infierno de Baator, decidieron ligarlo a un cuerpo humano. Hacerlo con un hueste adulto ya había sido intentado, y creaba una entidad inestable y absurda, sin utilidad alguna. Esta vez irían más allá, fundiendo no cuerpo y alma del diablo, sino su misma esencia, con un humano todavía en gestación. La madre fue llevada al templo donde se llevaba a cabo el terrible ritual, postrada sobre una pétrea cama en el centro de un coro de magos y clérigos oscuros. Los cánticos resonaron durante días, junto a los bramidos de la infernal criatura que se resistía a ser doblegada. Finalmente, el séptimo día, tras la muerte por inanición o agotamiento de varios de los congregados, rápidamente sustituidos por otros, finalizó el ritual.
Se hizo la oscuridad en la sala, el silencio cayó como un pesado manto. Los magos, los clérigos, cuantos se hallaban en la sala, cayeron al suelo ante la explosión que sobrevino. Sobre el pedestal de roca en que había estado la madre, embarazada de ocho meses al comenzar la ceremonia, había ahora un mar de llamas. El soporte había sido arrancado, esparcido por la habitación en mil fragmentos afilados, hiriendo a algunos de los obradores del impío milagro. Pues habían tenido éxito. Entre las rocas fundidas, las llamas y la ceniza, se escuchó el llanto de un niño, inmune al fuego y a los efectos de la explosión, o tal vez causante de la misma. Había nacido al que llamaran Drath'hoi.

Infancia
Poco más de cinco años transcurrieron desde aquel día, y la criatura ya había alcanzado el aspecto que aún hoy posee, similar al de un hombre de veinte años. También su juicio y su conocimiento eran equiparables, pues devoraba libros y enseñanzas con tremenda voracidad y pasmosa facilidad. No hubo de pasar demasiado tiempo para que el joven semidemonio desease mayor libertad, fácil de obtener en su situación. Hasta entonces se había mostrado sumiso, engañando a sus “dueños” sobre su poder y obteniendo a cambio libertades y ventajas. Su parte humana era todavía demasiado joven para comprender lo que ocurría, por lo que el poder del infernal fue liberado. En unas pocas horas, aquel ser acabó con los escasos hombres que lo guardaban, pero no pudo escapar de la ciudad por sí solo. Sin embargo, lo logró finalmente gracias a la intervención de otros seres demoníacos, indignados ante la servidumbre a la que aquel se vería obligado durante toda su vida. Al fin y al cabo, una parte de él era como ellos, y no podían permitir que estuviese subordinada a ningún humano.

Tras escapar y poner suficiente distancia de por medio, el semidemonio adoptó de nuevo su forma más humana, ocultándose tras la infantil y todavía verde alma del hombre. No era suficientemente fuerte, lo había comprendido, así que viviría de la caridad hasta que llegase el momento de ser libre. Sabía a qué se exponía dejando crecer y vivir al alma del humano, pues esta podría volverse en su contra, pero era necesario para sobrevivir. De este modo transcurrieron los años, y su parte humana fue creciendo. A las dieciocho, ambas partes tenían plena conciencia de su existencia, del problema de convivir. Sus designios eran opuestos, el demonio quería destruir, bañarse en la sangre de los inocentes y hacerlos arder en mares de fuego. El humano, en cambio, deseaba una vida tranquila. Había desarrollado, quizá a causa de la vida en zonas agrestes, un amor por la naturaleza y la vida poco usual incluso entre los suyos, teniendo en cuenta dónde había nacido. Gracias a esto, lograba contener bastante bien el alma con la que convivía, pero de vez en cuando el demonio lograba liberarse y causar desperfectos o muertes en la población. Fue así como Sasurai adoptó su nuevo nombre, al mismo tiempo que comenzaron a llamarlo, de un modo despectivo, “El Caminante del Infierno”. También comprendió que jamás tendría unos amigos, ni un lugar al que llamar hogar... debería vagar por la tierra, pues allá donde llegaban a conocerlo, al mismo tiempo el demonio conseguía que lo temiesen y odiasen.

Controlando al demonio
Largos años pasaron hasta que el hombre, el vagabundo exiliado de todas partes, dueño de nada salvo de su caminar, topó con un clérigo de uno de los dioses del bien. En otras ocasiones se había encontrado con ellos, y en las más afortunadas se habían limitado a evitarlo y tratar de expulsarlo. En otras lo habían atacado abiertamente, obligándolo a luchar o correr como un animal salvaje, huyendo de sus armas. Pero en esta ocasión fue diferente. Aquel hombre le escuchó, tratando de comprender su historia y su dolor. Fue el primero en hacerlo, y Sasurai rogó que le dijera cómo agradecer aquel gesto. Pero en lugar de pedir algo a cambio, el enigmático hombre santo, destacado entre los siervos de su Dios, le hizo un último regalo. Rogó a su Deidad por un elemento que permitiese contener al demonio, que ayudase a su portador, a quien debía de convivir con él, a llevar aquella carga. Al día siguiente, en el templo apareció una cadena de un desconocido material, de aspecto demoníaco y sin embargo, bendita por el poder del Dios. - Solo lo que perteneció a un demonio, puede servir para atar a otro - Con esas misteriosas palabras el hombre le ofrendó el objeto, que el vagabundo sujetó a su cuerpo enrollándolo alrededor del torso. Más adelante comprendería la utilidad que también en el combate presentaba la cadena, con sus mágicas propiedades para crecer y decrecer, como también comprendería que el regalo del clérigo era a la vez una petición velada, lo único que podía desear a cambio de su ayuda: que mantuviese al demonio, a esa parte de su propia, dividida alma, bajo control.

Jaira, la música callejera
Durante cierto tiempo, el demonio pareció comportarse. El hombre no sabía si era por obra de la cadena o por su propia determinación, pero sin duda jamás lo atribuyó, como era el caso, a la voluntad del demonio. Pese a ser un mismo cuerpo y una misma alma, mantenían sus personalidades y sus razonamientos separados, ajenos al otro, en una extraña simbiosis. Fue durante este periodo cuando conoció a la única mujer junto a la que llegaría a ser feliz, aunque la felicidad no durase demasiado. Era una música callejera, que se dedicaba a viajar contando historias y aprendiendo otras nuevas, realizando juegos y tocando para entretener a los otros. Siempre tenía una sonrisa y una palabra amable, incluso para aquel extraño vagabundo que se acercase a ella, cautivado por el sonido de la flauta. Una flauta travesera metálica, negra y de diseño antiguo, regalo de su padre, según le explicó un día. Puesto que ambos se dedicaban a viajar, y el hombre disfrutaba de su compañía, decidieron hacer de sus caminos uno solo. Durante años así lo hicieron, llegando a amarse. Sasurai aprendió a tocar y a contar historias, a hacer malabares y espectaculares volteretas. Juntos llegaron a realizar espectáculos propios de un circo ambulante, y eran recibidos con algarabía en los pueblos.

Esta convivencia sirvió también para que el hombre, su parte humana, aprendiese a conocerse a sí mismo, aprendiese lo que era amar... y al final de todo aquello, comprendiese que también aquello le estaba vedado. Comenzaron a surgir, por parte de Jaira, pues ese era su nombre, preguntas sobre la vida y el pasado del vagabundo. No podía evitar fijarse en el hecho de que, en cinco años juntos, ni siquiera había envejecido. Él siempre esquivó las preguntas, y quizás hubiese estado dispuesto a contárselo todo, finalmente, pero ese acabó por ser el menor de los problemas. Un problema nimio, en el momento en que ella fue brutalmente asesinada, y él conservó su vida de milagro.

Ocurrió mientras acampaban una noche, en el camino entre dos ciudades. De la nada surgieron varios diablos, criaturas de poco poder, pero peligrosas al fin y al cabo. Y más si de aquel modo inesperado. Degollaron a la mujer sin darle opción a defenderse, y el hombre habría corrido la misma suerte de no protegerle su parte demoníaca. Despertado por un sexto sentido que lo obligaba a auto conservarse, a preservar su inmortalidad, se defendió con manos y pies, con garras y colmillos, y con la cadena de la que ya empezaba a vislumbrar los poderes. Derrotó a los adversarios y consiguió descubrir qué eran: cazadores de “aberraciones”. Todo demonio debía servir en el infierno o perecer. Así que no solo tenía que preocuparse de los cazadores humanos, sino también de los de su otra raza.
Con el rostro empapado en lágrimas, recogió la flauta negra y el colgante de hueso. Era cuanto podía llevar para recordarla. Prendió fuego al campamento, y junto a él al cuerpo de su amada, borrando cualquier rastro y evitando que otros lo profanasen. No sabía si vendrían más y no tenía tiempo que perder. De nuevo estaba solo... solo con su alma y con aquel demonio, su único y eterno compañero, que aprovechó el momento para engañarlo…

La espada de la eterna Condenación
Vertiendo mentira tras mentira en su mente, atacándolo incesantemente en sueños y en los momentos de ira e impotencia, logró convencerlo de que necesitaba un arma, un modo de protegerse. De ese modo podría, además, lograr el poder para vengarse de los asesinos, de quien los había mandado. Así emprendió la búsqueda, en los confines del mundo, en territorios de volcanes y ríos de llamas, en el lugar más similar al infierno del que provenía el demonio, en un lugar en que según las leyendas había un portal a aquel páramo maldito. Tras largas jornadas de penurias, viéndose al borde de sus límites tanto humanos como demoníacos en múltiples ocasiones, encontró la cueva a la que debía dirigirse. Allí moraba un herrero deforme, de raza y procedencia desconocida. A su llegada, tenía ya la espada preparada, y la simple petición del demonio bastó para que se la entregase. Habría resultado sospechoso para cualquiera, pero las mentiras y el cansancio habían hecho mella en su conciencia humana. Tras asir la espada fue cuando pudo escuchar la gorgoteante risa del herrero, unida a la del demonio, a su voz terrible y ominosa surgiendo del filo. En ese instante comprendió la traición y el engaño, la nueva maldición que sobre él pesaba. Aunque lo intentó, jamás pudo deshacerse de la espada, y en el futuro demostraría que además de una herramienta para que la parte oscura de su alma se expresase, era una excelente arma, así que aprendió a convivir con los problemas que presentaba.

Principio y fin
Desde aquel día han pasado los años, han seguido los viajes y una vida dura y melancólica, más aún sabiendo que no ha de acabar, quizá, jamás. Año tras año ha mejorado su habilidad con las armas, pero también con la música. Ha aprendido nuevas historias, y conoce y recuerda leyendas que ningún mortal que aún viva ha contemplado.
Viviendo, como siempre, lejos de ningún hogar y cerca del camino, como un vagabundo, un nómada en busca de una paz que lo rehuye, que no se deja alcanzar. Su parte humana se volvió más profunda y reflexiva, algo lógico cuando un ser que debería vivir poco más de cien años se ve obligado a observar tanto, lo que le da en ocasiones un aire taciturno. Había logrado comprender la maldición de su inmortalidad, de su soledad, como también el regalo que suponía, aunque quizá nunca llegaría a aceptar su sino, a resignarse… y así ha llegado este peculiar ser hasta nuestros días.
Aquí acaba la historia, el oscuro pasado, y comienza el presente… quién sabe si guardarán las Crónicas un lugar para él en la Leyenda…
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