Shiro Kojiki

Aquí va otro personaje, distinto de los otros (muy distinto xD), más normal también, para que no todo sean tios bestias >.<.
[Sí, tengo muchos personajes de aquí y de allá que voy adaptando, así puedo jugar en cualquier post con el que más me apetezca )

Nombre real: Shiro Kojiki
Sexo: Masculino
Edad: 22 años.
Raza: Humano.
Clase: Monje, al estilo de los de D&D sin servir a Dios alguno. Es un luchador cuerpo a cuerpo muy entrenado, con “poderes” que saca de su propia energía interna (ki) o de la naturaleza..
Apariencia: Es un hombre de aproximadamente 1,70, de aspecto serio y sereno, muy formal y educado, sobretodo para su edad. Está en muy buena forma física, teniendo todos los músculos bien definidos y en general un perfil atlético. Destacan en él los ojos azul claro y el pelo corto, prácticamente blanco, más aún porque su piel suele estar morena por el sol. Normalmente desprende calma y seguridad en sí mismo. (Salvo cuando hay mujeres cerca, con las que es muy tímido)
Vestimenta: Suele vestir con un pantalón de tela ligera y una chaqueta cerrada del mismo material, de mangas anchas, ambos azul marino, con un cinturón que le ciñe la ropa a la cintura para que no le moleste. Rematan el conjunto unas chanclas cómodas y sencillas de color negro. Así, su aspecto es en conjunto sencillo, sobrio, aunque va siempre limpio y las ropas son de buena calidad.
Armamento e inventario: Rara vez lleva arma alguna, ya que sus manos y su ki son lo que utiliza para combatir. En ocasiones, sobretodo en viajes largos, lleva un bastón tan alto como él.
Habilidades:
Está entrenado en el cuerpo a cuerpo y es capaz de buscar los puntos débiles o expuestos del enemigo sin dificultad, aunque siempre trata de no matar a los adversarios. Para él la lucha es una forma de crecer y aprender, no una herramienta para sus fines.
Dominio de la energía: Gracias a su gran control sobre su propia energía interna es capaz de manipularla y utilizarla para diversos usos. Por ejemplo, puede lanzar ataques a distancia, proyectándola. Estos ataques son equivalentes a un puñetazo, pero desde lejos. Este dominio es también la base de sus otras habilidades.
Yo perfecto: Tiene cierta resistencia a los elementos y a la magia, aunque es muy limitada. Además, es capaz de expulsar venenos o enfermedades de su cuerpo si se concentra lo suficiente, así como de hacer que heridas graves dejen de sangrarle. Hacer esto lo debilitará mucho, incluso hasta el punto de quedar inconsciente.
Piel diamantina: Durante un tiempo muy limitado, es capaz de concentrar gran parte de su ki en una parte del cuerpo elegida por él, haciéndola capaz de resistir impactos de armas como si portase la mejor de las armaduras.
Desventajas: No lleva ni armas ni armadura, ¿qué más queréis? xD.
Historia:
Nacido en una familia acaudalada con gran tradición en las artes marciales, desde pequeño fue educado en el respeto a las costumbres y a sus mayores, así como sometido a gran presión. Debía ser el primero en todo, debía hacer sentir orgullosa a su familia. Sin embargo, siendo el cuarto hijo, no podía aspirar a convertirse en político ni a un alto cargo militar, por lo que tomó el camino de la meditación y el perfeccionamiento.

En el monasterio le enseñaron que debía respetar a todos los seres vivos por el simple hecho de serlo, porque la energía ki fluía por todos, de todos provenía, y era mejor no alterar su flujo de un modo tan brusco como lo hacía la muerte. Solo respetando el ki podía aprender a manipularlo, a luchar haciendo uso de él. Estas enseñanzas, junto a su educación tradicionalista, dieron al joven monje unas sólidas y profundas creencias.

Cuando, tras muchos años, su maestro le hubo enseñado cuanto podía, le ordenó que viajase. Sería su deber visitar las provincias para aprender de los demás y así conocerse mejor a sí mismo, debía descubrir cómo con sus habilidades podía ayudar a los otros, y ponerlo en práctica. Hasta el momento había conocido la dura vida del monasterio, los combates, la disciplina… ahora debía experimentar la libertad, la belleza del mundo.

Shiro lo aceptó con ilusión, y su familia se mostró de acuerdo con la idea, entusiasmados porque su hijo viajase extendiendo el buen nombre y la reputación de la familia allá adonde fuese. Su padre le dio algunas cartas de recomendación para las ciudades en que conocía gente, sobretodo comerciantes, de modo que no le faltase de nada. Si necesitaba dinero, ropas o cama, solo debía acudir a uno de ellos, y luego su padre les compensaría con creces.

De este modo salió el joven de su ciudad, a un mundo que no conocía y del que no sabía que esperar, con las mejores intenciones y la creencia de que el ser humano era bueno por naturaleza… y sin haber conocido a una mujer más allá de alguna breve conversación con una dependienta. Tenía mucho que aprender, si su timidez y sus sólidos esquemas lo dejaban.